La Hacienda de San Agustín
A mediados del siglo XVII surgieron las haciendas en el centro de México para poder satisfacer la demanda de productos agropecuarios de los mercados urbanos y mineros que los pueblos indios ya no podían cubrir. Sin embargo las haciendas se consolidaron como tales hasta que lograron crear un sistema propio de atracción, fijación y reposición de trabajadores: el peonaje por deudas. Con esto se pudieron tener trabajadores permanentes y se redujo la dependencia de la mano de obra proveniente de los pueblos, aunque eventualmente era necesario contar con ella.
Las haciendas buscaban tener el mayor autoabasto posible, buscaban vender lo máximo y comprar lo mínimo por vía monetaria. La intensión no solo era recuperarse de la escacez que caracterizó a los siglos XVII, XVIII y XIX, sino valorizar los excedentes producidos en condiciones muy distintas.
Las haciendas se especializaron en ciertas producciones para el mercado. En el centro de México hubo tres tipos de haciendas, las cerealeras, las pulqueras y las azucareras. El fenómeno de especialización de las haciendas tuvo mayor auge a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX.
Hubo una gran cantidad de haciendas y muchas diferencias entre ellas pero operaban de una manera similar. En las haciendas se realizaban una varidad de actividades económicas entre las que destacan las agrícolas, las pcuarias, las extractivas y las manufactureras, que contenías sus instalaciones y edificios permanentes y se fundaban en el peonaje por deudas para el desempeño de sus funciones.
Las tierras de las haciendas solían dividirse en tres sectores. El primero era el sector de explotación directa, constituido por las mejores tierras, aquellas que eran húmedas o que podían ser irrigadas, que estaban mejor ubicadas y comunicadas o bien, contaban con los mejores suelos. La administración de la finca era quien explotaba este sector mediante el peonaje endeudado y el peonaje libre. Este sector se dividía a su vez en dos áreas. Una de ellas era destinada a la producción para el mercado y la otra a la producción para el auto-abasto. El segundo sector era el de explotación indirecta y estaba formado por las tierras pobres o carentes de infraestructura. Estas se cedían en arrendamiento, aparcería o clonato a campesinos que no tenían tierras suficientes o carecían de ellas. De estas tierras se obtenía renta en dinero, en especie o en trabajo. El tercer sector era el de reserva y consistía en las tierras no explotadas que se conservaban en calidad de reserva y que tenían funciones muy importantes en caso de escacés.
Cuando había gran demanda de productos o una alza sostenida de los precios de los productos agropecuarios, las haciendas extendían el sector de explotación directa. Para ello, reducían el sector de explotación indirecta o simplemente hacían uso del sector de reserva. Por el contrario cuando no había mucha demanda o los precios de los productores eran bajos, se contraía el sector de explotación directa y se ampliaba el de explotación indirecta o el de reserva. Con lo anterior, las haciendas podían hacer frente a las fluctuaciones del mercado. En casos de auge, las haciendas ampliaban su extensión territorial ya fuera legal o ilegalmente, para tener una relación óptima entre los tres sectores o bien, simplemente adquirir más mano de obra eventual.
En la nuestra región florecieron cuatro haciendas muy importantes, La hacienda de la Luz, La hacienda de San pedro, la hacienda de San Andrés y la hacienda de San Agustín. Cada una de ellas perteneció a diferentes a familias españolas. La hacienda de San Agustín estuvo ubicada en donde hoy se encuentra el panteón. Inicialmente fue propiedad de un personaje español de nombre Luis estrada, quien trabajó la hacienda durante años y la heredó a sus hijos, quienes la vendieron al señor Praxedis Portillo.
Después de un tiempo, la hacienda fue vendida a una familia de apellido Pérez. María Guadalupe Pérez, hija de los dueños contrajo matrimonio con el entonces mayordomo dela hacienda Macedonio Villagrana. El movimiento de la revolución mexicana hizo que los dueños de la hacienda huyeran de la región y l hacienda paso a ser propiedad del señor Villagrana y su esposa. Este matrimonio procreó dos hijas, quienes heredaron la hacienda.
A partir de 1930, después de haber sufrido los estragos de las luchas más injustas que ha habido en México, la revolución de los Cristeros, Tlachichila empieza su enorme desarrollo en todos los ámbitos.Primeramente pasaría de hacienda de Tlachichila a hacienda de San Agustín de Tlachichila, y como alguien la quiso nombrar (1926) a simplemente Tlachichila. Luego ya ubicada en el lugar actual, desaparecieron los jacales de zacate para darle paso a las casas de adobe, que gracias a la visión de Marcos Huerta, ya tuvieron planeación urbana en su edificación.
A partir de 1930, después de haber sufrido los estragos de las luchas más injustas que ha habido en México, la revolución de los Cristeros, Tlachichila empieza su enorme desarrollo en todos los ámbitos.Primeramente pasaría de hacienda de Tlachichila a hacienda de San Agustín de Tlachichila, y como alguien la quiso nombrar (1926) a simplemente Tlachichila. Luego ya ubicada en el lugar actual, desaparecieron los jacales de zacate para darle paso a las casas de adobe, que gracias a la visión de Marcos Huerta, ya tuvieron planeación urbana en su edificación.
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